UN POCO DE HISTORIA
Como todo estudiante de ingeniería, La Cierva debía culminar su carrera con
un proyecto final y si bien él terminaba los estudios de Ingeniería de Caminos,
siguió fiel a su vocación y se decidió por el diseño del primer avión polimotor
español y uno de los primeros en el mundo: el bombardero trimotor C.3, con
motores de 220 CV y con 5 Tn de peso total al despegue, que presentó al
concurso que convocó el Servicio de Aeronáutica Militar español en 1919 para
actualizar sus efectivos. Consiguió del empresario y aristócrata Juan Vitórica
Casuso la financiación para la construcción del prototipo y una vez terminado,
fue probado por el reputado piloto capitán Julio Ríos Agüeso. Sin embargo, en
un vuelo de ensayo el avión se estrelló y resultó destruido (el piloto, que
salvó su vida, no tenía experiencia en polimotores).
La tragedia sirvió para que La Cierva comenzara a pensar en una aeronave
cuya seguridad en vuelo no se viera comprometida por una pérdida de velocidad
debida a un fallo propulsivo. Ello le hizo centrarse en una aeronave de alas
giratorias, ya que en este caso la velocidad aerodinámica responsable de la
sustentación proviene principalmente del giro de las palas del rotor, mientras
que en el avión (ala fija) procede del movimiento de traslación y por tanto, la
propulsión resulta más crítica.
La idea de sustentación mediante alas giratorias tenía varios siglos de
antigüedad pero su aplicación práctica a una aeronave, el helicóptero, se materializó en 1907 (Bréguet-Richet
y Cornu) y 1909 (hnos. Berliner). Sin embargo estos primeros aparatos eran
incapaces de efectuar un vuelo estable y controlado, eran bastante complicados
mecánica y aerodinámicamente.
Debido a esta complejidad y dificultad de control, La Cierva descartó el helicóptero. Descubrió que si se inclinaba el
eje del rotor hacia atrás de modo que la corriente de aire incidiera sobre las
palas desde abajo con un pequeño ángulo, era posible la autorrotación de las
mismas con una baja velocidad de aire incidente (baja velocidad de vuelo). En
1920 patentó una aeronave que empleaba el principio de autorrotación y que
denominó Autogiro.
La Cierva pudo demostrar mediante alguna maqueta que la aplicación de la
autorrotación a una aeronave era posible.
INVENTOR
Su inventor del Autogiro fue D. Juan de la
Cierva Codorníu (n. Murcia, España, 21-9-1895; † Croydon -Inglaterra-, 9-12-1936), hijo del relevante
abogado, político (varias veces ministro) y empresario D. Juan de la Cierva y
Peñafiel. Desde la infancia sintió pasión por la entonces naciente Aviación, construyendo, con la ayuda de sus
amigos Pepe Barcala y Pablo Díaz, planeadores (1910) y, en 1911-12 (¡con tan
sólo dieciseis años!), uno de los primeros aeroplanos españoles que volaron
bien: el biplano BCD-1 Cangrejo. Posteriormente, en 1913,
voló el último proyecto del trío, el BCD-2, un monoplano (como lo serían los futuros
aviones).
PRIMER VUELO
A pesar de que la maqueta de Autogiro funcionaba, en los primeros
prototipos reales se encontró con un importante problema: la pala que avanzaba
en el sentido de la traslación del aparato tenía más velocidad aerodinámica que
la que retrocedía, por lo que una sustentaba más que la otra (sustentación
asimétrica) y se producía un momento de balance que se transmitía al eje del rotor
y, por tanto al fuselaje, provocando el vuelco del Autogiro.
La Cierva ideó varias soluciones, que fue aplicando sucesivamente a sus
prototipos C.1 (1920), C.3. (1921) y C.2 (1922). Ninguna fue satisfactoria,
pero su tesón y creatividad le llevaron a una solución correcta: la
articulación de batimiento (en la maqueta, la flexibilidad de las palas
corregía el problema). Este dispositivo no sólo fue crucial para el Autogiro
sino también para los futuros helicópteros.
El prototipo C.4, con palas unidas a la cabeza del rotor mediante dichas
articulaciones, consiguió efectuar el primer vuelo de un Autogiro el 17 de enero de 1923,
con Alejandro Gómez Spencer a los mandos. Esta fecha puede considerarse como la
del primer vuelo (eficaz) de una aeronave de alas rotatorias.
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